Sesgos cognitivos que empujan al fraude
No todas las personas que cometen fraude son “criminales”. Muchos son personas que se ven atrapadas en dinámicas psicológicas como: si algo irregular funciona una vez, lo ven como aceptable, creen que nunca serán descubiertos, priorizan el beneficio rápido sobre las consecuencias a largo plazo y ven a la empresa como un ente difuso, no como personas afectadas. Estos sesgos son los que pueden transformar pequeñas irregularidades en desvíos cada vez más grandes.
El rol de la cultura organizacional
La psicología del fraude no solo vive en la mente del individuo: sabe alimentarse del entorno laboral. Culturas donde prevalece el silencio, la presión extrema por resultados, la falta de transparencia o el liderazgo permisivo generan terreno fértil para el fraude. En contraste, culturas orientadas a comunicar errores, promover controles sanos, reforzar la ética y capacitar en prevención, reducen drásticamente la posibilidad de que alguien busque caminos irregulares.
En este sentido, suele haber comportamientos comunes que, si bien no confirman fraude, invitan a investigar: rechazo a compartir responsabilidades, cambios bruscos en el estilo de vida, justificaciones poco claras, aislamiento del equipo, excesivo control sobre procesos críticos. De este modo, las organizaciones pueden anticiparse combinando tecnología + psicología + gobernanza.
- Procesos de KYC, KYB y análisis conductual para identificar patrones atípicos.
- Herramientas de monitoreo y alertas automáticas para detectar anomalías financieras.
- Evaluaciones de riesgo basadas en comportamiento, no solo en datos duros.
- Capacitación continua en ética y toma de decisiones.
- Canales seguros de denuncia que reduzcan el miedo a reportar.