La psicología del fraude: ¿por qué la gente comete delitos financieros?

El fraude no es solo un problema legal. Es un fenómeno profundamente humano. Detrás de cada operación sospechosa, cada desvío de fondos y cada acción ilegal, existe una decisión individual motivada por emociones y percepciones. Comprender cómo piensan quienes incurren en este tipo de delitos es clave para anticipar riesgos y fortalecer los programas de cumplimiento.

¿Por qué personas comunes, incluso profesionales sin antecedentes, llegan a cometer delitos financieros? La respuesta no siempre está en la maldad o la ambición, sino en factores psicológicos que influyen en el juicio, justifican conductas y reducen la percepción de riesgo.

El triángulo del fraude: presión, oportunidad y racionalización

La teoría más aceptada para explicar el comportamiento fraudulento es el triángulo del fraude. Cada caso combina tres elementos:

Presión

Puede ser financiera (deudas, estilo de vida), laboral (metas imposibles), o emocional (orgullo, miedo al fracaso). La presión crea la motivación inicial.

Oportunidad

Aparece cuando existen controles débiles, poca supervisión o acceso privilegiado a información y procesos. Sin oportunidad, no hay fraude.

Racionalización

“Me lo merezco”, “es temporal”, “todos lo hacen”, “la organización no lo va a notar”. Este autoengaño permite que la persona justifique internamente la conducta.

Sesgos cognitivos que empujan al fraude

No todas las personas que cometen fraude son “criminales”. Muchos son personas que se ven atrapadas en dinámicas psicológicas como: si algo irregular funciona una vez, lo ven como aceptable, creen que nunca serán descubiertos, priorizan el beneficio rápido sobre las consecuencias a largo plazo y ven a la empresa como un ente difuso, no como personas afectadas. Estos sesgos son los que pueden transformar pequeñas irregularidades en desvíos cada vez más grandes.

El rol de la cultura organizacional

La psicología del fraude no solo vive en la mente del individuo: sabe alimentarse del entorno laboral. Culturas donde prevalece el silencio, la presión extrema por resultados, la falta de transparencia o el liderazgo permisivo generan terreno fértil para el fraude. En contraste, culturas orientadas a comunicar errores, promover controles sanos, reforzar la ética y capacitar en prevención, reducen drásticamente la posibilidad de que alguien busque caminos irregulares.

En este sentido, suele haber comportamientos comunes que, si bien no confirman fraude, invitan a investigar: rechazo a compartir responsabilidades, cambios bruscos en el estilo de vida, justificaciones poco claras, aislamiento del equipo, excesivo control sobre procesos críticos. De este modo, las organizaciones pueden anticiparse combinando tecnología + psicología + gobernanza.

  • Procesos de KYC, KYB y análisis conductual para identificar patrones atípicos.
  • Herramientas de monitoreo y alertas automáticas para detectar anomalías financieras.
  • Evaluaciones de riesgo basadas en comportamiento, no solo en datos duros.
  • Capacitación continua en ética y toma de decisiones.
  • Canales seguros de denuncia que reduzcan el miedo a reportar.

La psicología del fraude revela que el riesgo no solo está afuera sino que también, puede estar dentro de la organización. No se trata únicamente de detectar operaciones sospechosas, sino de comprender cómo piensa quien decide cometer un acto ilícito.

Para las organizaciones, anticiparse implica ir más allá de los controles básicos y adoptar un enfoque que integre tecnología, cultura organizacional y análisis humano.

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